domingo, 28 de julio de 2013

Café y cigarro

Un día me levanté de la cama y decidí dejarlo todo atrás, absolutamente todo.
Beber, el tabaco, la droga y cada una de las cosas que me hicieran daño.
Quería curarme, renacer. Seguir adelante.

Después pensé en que ya no me levantaría los domingos con ese dolor de cabeza, en que podría respirar sin problemas y calmar los nervios de otra forma, que no me haría falta matarme por dentro para disfrutar un poco más del mundo y que por lógica tampoco pensaría en ti.

Caí en la cuenta de que sabría quien es la desconocida con la que me levantaría al día siguiente, que perdería el placer de encender el primer cigarro de un paquete nuevo y de notar como el mundo se detiene mientras me río de él.
También vi que si seguía adelante con eso, sería feliz y dejaría de escribir porque me quitaría de encima todo lo que me hace vaciarme el pecho y llenar un folio.
No me mereció la pena.

Fue la media hora más insulsa de mi vida.




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